sábado, 12 de abril de 2008

La belleza de la sexualidad masculina

No creo que los hombres sean los seres monolíticos que aparecen en las imágenes pornográficas, ni que vean su "auténtico yo" en los hombres representados ahí o en gran parte de la publicidad de cosmética masculina. Creo que, en el fondo, la mayoría de los hombres poseen una sexualidad más variada y más bella.


Las investigaciones entre miles de hombres muestran un cuadro diferente de quiénes son los hombres desde el punto de vista sexual; la pornografía, en especial, representa la imposición de una rígida concepción ideológica sobre los sentimientos y e] comportamiento sexual de los hombres, no una representación realista de la sexualidad masculina. Esas imágenes (y los tópicos que las generan) no dejan espacio a los hombres para ser ellos mismos. Me parece que, en la mayoría de los casos, presentan una visión muy distorsionada de ellos. La publicidad de productos masculinos, cada vez más erótica y que consiste en imágenes de hombres semidesnudos (afeitándose, lavándose el pelo, poniéndose perfume, etcétera), da a los hombres un aspecto más normal, pero contiene, en gran parte, los mismos valores.


Uno de los tópicos implícitos, pero fundamentales de la concepción pornográfica de los hombres es que el varón no debe mostrar sentimientos ni sentimentalismo. La pornografía muestra el placer del hombre siempre centrado en la erección y la eyaculación, nunca aparece enamorado ni sexualmente activo. No se ve a hombres que deseen el contacto corporal ni que necesiten abrazar, que les abracen o que les penetren.


La exuberancia sexual, el deseo, la euforia, el amor no satisfecho mediante el orgasmo, las fantasías... todos estos son estados relacionados con algo que no es el impulso biológico de perpetuar la especie. Sin embargo, esos estados no se muestran, se supone que los hombres no deben experimentarlos; un hombre de verdad sólo quiere "correrse". Hoy el concepto del impulso sexual masculino ha asumido una especie de aureola mística. A finales del siglo XX se usó cada vez más este término, como una especie de versión mecánica de la sexualidad masculina que acabó siendo una verdad incuestionable, una realidad, y hoy se piensa que es un hecho biológico. ¿Pero lo es? Lógicamente, si se supone que los hombres tienen el impulso biológico de empujar, ¿no deberían tener las mujeres el impulso complementario de abrirse (por ejemplo)? Pero, claro, en la mitología sexual de nuestra sociedad, son los hombres los que tienen el impulso, no las mujeres... o, si ellas tienen algún impulso, es el de pedirle a un hombre lo mismo que se supone que él le pide a una mujer.

Seguramente, toda la idea del impulso sexual es una categoría ideológica fraudulenta, disfrazada de hecho científico. ¿Y qué ocurre con los demás estados sexuales que experimentan los hombres? ¿Son ellos tan mecánicos y agresivos por naturaleza como se les muestra?
La verdad es que la mayoría de los hombres dicen que lo que buscan es el deseo, no el medio de alcanzar el orgasmo o crear una erección. El deseo y la excitación son unos placeres que se extienden por todo el cuerpo; al fin y al cabo, el orgasmo lo pueden conseguir a solas, masturbándose.

La belleza de la sexualidad masculina no consiste tanto en la erección como en todos los gestos, los sutiles movimientos del cuerpo, movimientos que representan la belleza y la personalidad del hombre, y resultan muy eróticos.

La pornografía que conocemos no representa esa variedad de formas de expresión; pretende ser revolucionaria, pero no lo es. Sus imágenes no ofrecen una visión más valiosa, interesante y realista de quiénes son los hombres sexualmente hablando. No se ve toda la gama de comportamientos sexuales del hombre, por lo que los jóvenes muchas veces se esfuerzan para permanecer dentro de los límites de una monotonía monocroma aceptable. Es posible que se atrevan a algo más posteriormente, pero entonces se reprochan a sí mismos el haberlo hecho.

Lo irónico es que, aunque a primera vista la pornografía parece tratar bien a los hombres (mejor que a las mujeres), en el fondo su mensaje se burla de ellos. Implica que su forma de expresarse sexualmente es ridícula, burda, basta o insensible. Desde el punto de vista visual es frecuente que los hombres que presenta sean feos, vulgares, tontos y poco atractivos.


¿De verdad les gustan esas imágenes a los hombres?, ¿se identifican con ellas o les parecen ridículas? Es difícil saberlo porque casi todos se han educado en la idea de que no deben retroceder ante las cosas vulgares, porque eso es de niñas. Ahora bien, en privado, ¿piensan los hombres que son así, o experimentan su sexualidad como algo más sutil, más variado, seguramente más erótico e incluso espiritual? Es posible que los hombres, en general, consideren más aceptables las nuevas imágenes que aparecen de ellos en la publicidad erótica de productos masculinos, pero esos cuadros de hombres jóvenes con abdómenes perfectos y músculos tensos tampoco son realistas... De forma que la mayoría de los hombres se sienten también.

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